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jueves, 12 de febrero de 2015

Anatole France: La Isla de los Pingüinos

Míralos que monos, bailando
Cuando alguien se dispone a abordar a algún ganador del premio Nobel espera encontrar un autor de obras complicadas, de sesudos conceptos y mucha simbologia, historias del día a día que dan mas importancia a la psicología de los personajes que a la acción, a veces, incluso, ignorando lo que se llamaría una trama convencional. Esto, esta claro, es una generalización muy atrevida, existen multitud de excepciones en estos 115 años de galardones literarios: pero partamos de mi premisa, porfi. Imaginemos por un momento que todos los autores de Nobel son un Hermann Hesse o un William Faulkner; si es así, Anatole France es una rara avis en toda regla. Sin nunca abandonar la complejidad narrativa, ni la simbologia, ni sus profundos sentimientos socialistas, el francés nos ofrece siempre tramas muy pintorescas y para nada convencionales, casi cercanas al genero fantástico, para abordar los complicados conceptos que se le exigen a un Nobel; y llamándose este libro La isla de los pinguinos, os podéis imaginar por donde nos puede salir el autor. Voy a hacer aquí otro pequeño inciso. Si habéis leído la presentación podéis ver que me encantan los pinguinos, mas que el respirar. Por eso voy a deciros que estoy francamente decepcionada por la novela.

Una vez un amigo de mis padres, natural de Francia, me describió a Anatole France como el mejor narrador  en francés, por su concisión y sencillez del lenguaje sin abandonar nunca el cuidado y el esmero del mas avezado narrador. Esta afirmación nunca la he probado, no tengo tanto nivel de la lengua gala; pero podríamos decir que esta novela ejemplifica muy bien esto, pues con muy poco es capaz de contarnos toda la historia de la humanidad -y la de Francia, en particular- en muy pocas paginas. Y es que este libro es básicamente eso... pero con pinguinos. Partiendo del relato de un santo perdido en tierras polares -ignoremos la errónea localización- que decidió, siguiendo su labor religiosa, bautizar a todo pájaro viviente del iceberg, cada etapa de la convulsa historia de la humanidad se muestra ante nuestros: desde el medievo, hasta la modernidad, pasando por la Ilustración y las crisis religiosas, incluso mostrándonos algo de lo que sera nuestro futuro si seguimos con esta forma de vida. Toda la obra se construye a traves de anecdotas que reflejan una determinada época histórica, tomando unos personajes para cada una de ella, pero sin llegar a profundizar en ninguno de ellos.
Los pinguinos son el vivo retrato del ser humano, con defectos y virtudes idénticas, con afán por el progreso e irracional instinto de autodestrucción; todos los errores que hemos cometido a lo largo de nuestro paso por el planeta son cometidos por las aves. Los conflictos religiosos, las revoluciones, la democracia, el despotismo, las guerras, todo es narrado por Anatole France con un humor sarcástico, casi cínico, y siempre teniendo como ejemplo -malo- a Francia, echándole en cara todos los errores que ha cometido. Se nota mucho las ideas socialistas del autor, muchas veces apocadas por el desencanto y el escepticismo.


Cuantas mujeres habrán caído bajo el atractante de semejante mostacho
Toda esta critica satírica a la Francia republicana de principios de siglo XX, muy a modo de los viajes de Gulliver, se hace muy simpática, pero también muy cansina. Mas que una novela, se trata de un tratado histórico de una nación pinguina, y esto la convierte en algo muy impersonal, al menos para mi, pues nunca pude interesarme por ningún personaje, y muy pronto deje de interesarme por la historia misma. Pero es un libro simpático, seamos claros... ¡Los protagonistas son pinguinos! ¡Joder! ¡Cuantas novelas pueden presumir de eso!
¡A bautizarse! ¡Vamos!

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