Luego de que hayáis bajado los cuchillos y escondido las piedras sacare mi cabecita de la trinchera, si no escribiré desde aquí, como un soldado cagueta. No negare que El resplandor me encanto, y que la considero una película mayúscula, muy por encima del genero de terror actual y de la época, y que ofrecio una perspectiva diferente del horror que la del libro de Stephen King. Pero luego me he encontrado Eyes Wide Shut, la chaqueta metálica, Barry Lyndon y, bueno, las sobreviví. Podréis decir que no entiendo su cine, que no comprendo sus símbolos, su manera criptica de contar historias, su estilo personal o que directamente que soy imbécil. Y no os lo negare, no soy ni mucho menos un adalid en cuanto a inteligencia cinematográfica, pero es que lo de 2001: una odisea en el espacio no pienso ni darle el beneficio de la duda, porque directamente me da miedo. Tal es así, que he preferido leer la novela antes que ver la película.
Sin embargo, la película no es una adaptación estricta de la novela, pues las dos se concibieron al mismo tiempo como una colaboración entre Arthur C. Clarke, que no es un desconocido en mi blog, y Stanley Kubrick. La historia en ambas obras es muy similar, pero el desarrollo de la trama es muy distinto, tanto por el cambio de medio como por la personal formula del director americano. La historia es cronológicamente muy extensa, partiendo desde el origen de la humanidad en las sabanas africanas hasta llegar a las primeras etapas de la era espacial a mediados del siglo XXI. Existe un hilo conductor a lo largo de toda la trama, y es el extraño a la par que iconico monolito negro, que aparecerá siempre como un catalizador de la inteligencia humana, un regocijo onanista total para los fantoches de Alienigenas. Como decía, el monolito ayudo a nuestros antepasados a emplear armas para cazar y así aumentar sus opciones de supervivencia hasta llegar a nuestros días. Aquí acaba el primer arco argumental, compuesto en exclusiva por un relato prehistórico: Ahora es cuando entramos en la obra de ciencia ficción pura, la que todo el mundo conoce.
Metafora del autor viendo cine de Kubrick |
-Perdona, pero yo SI entendí el final de 2001 y también el soliloquio de El Arquitecto -!Pero eso es porque tu eres especial¡ ¿Quien quiere un muffin? |
Dentro de lo que es la novela propiamente dicha, toda esta parte es mucho mas comprensible, pero igual de caótica y alucinatoria; casi diría que es mas delirante que en la película gracias al estilo de Clarke, que narra con la exactitud casi-científica y maniática que le caracteriza sensaciones, destellos y resplandores que solo una mente desestructurada por sustancias psicotropicas podría contemplar. Y es que el autor pone mucho énfasis en que el lector comprenda a la perfección como funciona ese mundo futuro, siendo prodigo en descripciones que, a menudo, mas que aclarar terminan a veces por confundir por completo al lector. Aun así, estos esporádicos momentos de confusión no desmerecen para nada el estilo cuidado y detallista de Clarke ni el conjunto de la novela, que aun siendo una rallada como la copa de un pino, es una obra fantástica.
¡No drogas, no! Bueno un poco si... |
Grandes tropos de la ciencia-ficción nacieron en esta novela: el descubrimiento de maquinaria alienigena que potencia los conocimientos humanos, la exploración espacial alejada por completo de la Space-opera, y la inteligencia artificial como un enemigo a vencer. Es fantástica, corta y entretenida, inteligente, aterradora y alucinatoria, una macedonia de sensaciones con el ignoto universo como telón de fondo; recomendable con todas mis fuerzas. Muy probablemente lea las secuelas y comparta con vosotros mis impresiones, aunque dudo que estén a la par de su primera entrega.
Os veeeeeeeeooo... |
Otros libros del autor reseñados: Canticos de la lejana Tierra
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